Mi intención en éste ensayo es exponer una serie de circunstancias en
las que se han vuelto involucradas tanto la escuela como la sociedad de padres
de familia con la intención de estimular el debate a través de una seré de
preguntas que se propondrán al final. Así como ofrecer a forma de trazo una
propuesta susceptible a ser modificada.
La escuela en una llave de judo.
Es difícil no ignorar el hecho de que algo en la ecuación de la
educación primaria ya no da "igual". Pero el igual a
la que vamos a referirnos no tiene que ver con la igualdad de oportunidades
ofrecidas a todos los niños (o a sus tutores). Ésta inequidad tiene
que ver con una relación interprofesional entre maestro-tutor. En su vertiente
interinstitucional esta asimetría está presente en el vínculo: sociedad de
padres de familia y maestros.
Hoy en día, lamentablemente, el maestro de primaria se ha de
condecorar con honores frente a la expectativa social si, y solo
si:
1) Logra en el aula ser tutor y maestro.
2) Ofrece equidad y atención a la diversidad. Esto a un nivel normativo
y social.
3) Facilita una atención particular y una atención a su grupo.
4) Concede el punto de pase dejando alumnos incompetentes (a pesar de
que se busque lo contrario).
5) Logra adaptar contenidos a las necesidades específicas de alumnos.
¿Maestro o acróbata?
Aunque es cierto que lo anterior parece
venido de la caricatura de un acróbata en medio de una faena que parece más que
imposible, hay un conjunto de expectativas escolares depositadas en el maestro
que desde la sociedad ha comenzado a hacer presión. De pronto, una serie
expectativas a nivel educativo, ha venido saturado el interior de la escuela
con algo parecido a un "conjunto global de exigencias al interior".
Sin embargo esto no deja de ser más que eso; expectativas. Es decir, que aunque
los objetivos queden muy claros para las instituciones de educación o para la
moral del sistema, muchas escuelas no cuentan aún con la posibilidad de una
pauta interior que les oriente a tomar sus propias decisiones sobre estas
disposiciones inestables (sobre conducta de alumnos, maestros o padres de
familia). A la escuela le hace falta un tipo de pauta específica: una
política propia. Pero esta es la condición resultante que parece haber dejado
una disposición de apertura total. Una exigencia de inclusión sin miramiento. -Cosa que retomaremos más adelante.- Por ahora me interesa mencionar que hay una
inquietud por parte de la sociedad que, en muchos lugares, le ha llevado a
organizarse en comités para supervisar la actividad educativa. Sus razones son
más que justas, ya que estas necesidades emergentes tienen un lugar. Con ello
la escuela, ahora mas que nunca, puede llegar a ser un asunto de incumbencia
social. De hecho en 1995 un grupo de padres de familia interesados en estar al
tanto de los resultados de los maestros y de la escuela en general, generó la
CEPS (Comisión Educativa de Participación Social). Ésta comisión estaría
formada por representares externos e internos a la escuela. Pero ésto lejos de
terminar de sitiar y poner en jaque a la escuela con sus maestros parece
ofrecernos un viraje inesperado.
Evidentemente el peso de la escuela y la imagen de los maestros no había
estado tan devaluada como hoy. Algo en el entorno ha ido cambiando la
configuración social hasta el punto de profundizar la crisis. Esto podríamos
atribuírselo a que la transformación del conocimiento ha estado en estrecha
relación con la de la tecnología y esta última con la de la cultura. Aunque
este no sería el lugar para exponer un minucioso tratamiento de aquel
antecedente especifico que contribuyera a poner a la escuela de cabeza,
señalaremos dos probables causas que han contribuido hacer que "el
fuego nos llegará los aparejos."
De los múltiples factores, que han contribuido a deshabilitar los
valores escolares en este mundo interconectado, llaman nuestra a tención dos de
ellos.
1) Descontrol hipermediático. Los medios
de comunicación, la apertura informativa, la facilidad de tener el mundo en el
bolsillo a través de los móviles “inteligentes” han contribuido a
empoderar negativamente a los estudiantes, niños y jóvenes. Y 2) La disolución
de grandes tradiciones. El debilitamiento de la tradición y de las
prácticas religiosas, que fungían como “influencia moral” tanto en casa cómo en
la escuela, ha dejado la formación de padres, tutores e hijos en manos del ad
libitum socioeconómico. "Eduque usted según mejor le convenga (o
entienda)".
Una de las consecuencias más impactantes de esta diversificación moral
comenzó a tornarse en forma de "solipsismo constructivista" (La idea
de que el mundo en realidad vive y es creación de y en nuestra cabeza). Esta
forma creé que el mundo es una competencia salvaje y que cada quien debería
hacerse cargo de lo suyo sin involucrarse con los demás; "encárgate de lo
tuyo que yo haré lo mío". En el caso de la relación escuela-casa este
antecedente cobra forma a través de una guerra (mas explicita que implícita) en
la que se acusa a la otra mitad de no estar formando a los niños bien. Esta
frase resume la actitud resultante "Usted no es quien me tiene que decir
cómo hacer las cosas maestro. Es usted el que no ha hecho lo suficiente,
dedíquese a hacer bien lo suyo y punto!".
La comisión de honor y justicia como modelo
de autonomía.
Empero ciertas situaciones que en la actualidad hacen de la escuela
básica un instituto en proceso de maduración, me gustaría antes de seguir
avanzando exponer un ejemplo que sería de utilidad para contrastar el ejercicio
de la educación básica. La imagen de la universidad como institución educativa
puede ser modelo de gran ayuda considerando que representa el resultado
de una serie de políticas y movimientos interiores que buscan afianzar procesos
de titulación y validación. Hay una comisión dentro de la
universidad que en pleno curso de actividades puede llegar a tomar
decisiones sobre el futuro de alumnos, maestros y trabajadores. Esta es la
comisión de honor y justicia y es una muestra de autonomía y suficiencia en la
que convergen actores de diversas índoles, alumnos, maestros, sindicato,
exalumnos, externos, etc., todo esto para la consecución de decisiones con
peso. Ciertamente si existiera algún tipo de problema que involucrara a la
escuela sería la comisión de honor y justicia la que se encargara de decidir lo
que más convenga hacer. Ésta, conforme a la filosofía y a las normas
interiores, actuaría según se llegara a decisiones unánimes, por mayoría o
según sea el caso. El hecho es que en esta recae también la idea de soberanía
universitaria.
En contraste con estos grados de autonomía existen problemáticas que
afectan y dificultan la unidad de las escuelas.
1) Inmadurez
organizacional. Tan solo el tema de los procesos administrativos
dentro de la educación básica merecería otro espacio para análisis, pero nos
basta con mencionar que la escuela no deja de ser una organización con los
mismos retos que las que están guiadas económicamente o gubernamentalmente. Y ésto la haría compartir estas características desde el momento en que ésta depende de un conjunto de decisiones y
comunicación dirigidas por humanos. El problema de llevar la información de
manera consistente a todo su cuerpo docente dificulta la tarea encontrar la
unidad y claridad en la resolución de problemas. Este es el primer reto que
habrá que considerar si pretendemos la autonomía escolar.
Bajo éste escenario de insuficiencia administrativa lo último que
desearían las escuelas, lógicamente, son los reflectores de la única instancia
que podía ventilar sus dificultades internas.
2) Representación indirecta. Siendo
que el grado de los niños todavía los hace depender del acompañamiento guiado
de los padres no podríamos esperar que se llegara a colmar una
representatividad como la que existe en la comisión de honor y justicia, en
donde los alumnos son protagonistas presentes con la capacidad de influiría
directamente en las decisiones de estos comités. Entonces las decisiones que
podrían dotar de cierta suficiencia a la escuela hunden sus raíces en quien
pudiera representar a los escolantes desde afuera; los padres. Esta dificultad
distribuiría la capacidad de participación interna a la sociedad de padres de
familia.
Pero queda una importante cuestión por resolver (Si no la más
importante). Una apertura tal como la que han dispuesto las secretarías de
educación hacia las escuelas extrañan lo que extrañaría cualquier individuo al
cuál se le da una fuerte dosis de responsabilidad: derechos y libertad.
3) Una responsabilidad sin
derechos. Está se relaciona con una disposición de índole gubernamental que
condiciona a las escuelas desde sus estatutos. En el mejor de los casos la SEG
como la SEP en un verdadero ejercicio de "solidaridad social "
abrieron a todo tutor el derecho de inscribir a sus niños sin más requisitos
que los fundamentales (Acta de nacimiento, CURP, carta de vacunación,
comprobante de domicilio, y constancia de pre-escolar) ésto sin considerar los
designios que la SEG hace al decidir qué alumnos se van a escribir. Pero habrá
que considerar que el nivel de apertura social ejercida en la disposición
mencionada tendría sus consecuencias en el interior de las escuelas ya que ésta
acabaría cerrándole a la escuela una posible "libertad de elección",
"Selección", o "política de permanencia". Estas
disposiciones de inclusión radical no son nada nuevas, sin embargo sumadas a
los nuevos contextos mencionados arriba exponen la necesidad de nuevas
configuraciones político-sociales.
La diversidad escolar defiende la idea de que cada alumno tiene una
particular forma de aprehender la realidad. A esta diversidad habrá que
considerarle el hecho de que tanto existen alumnos pertenecientes a otros
contextos culturales como también aquellos que viven con capacidades diferentes.
Debemos enfrentar el hecho de que ya dentro de una escuela se estará
influenciado por pautas comunes pensadas para dar sentido a la escuela como
institución; ésta es la misión o la filosofía propia de la escuela. Por otro
lado pensar que las Secretarías de educación tendrían la capacidad de atender
cada caso resulta muy costoso. La idea de inclusión a la diversidad estudiantil
exigiría pues de la capacidad de poder organizar esta diversidad sin dejar de
ofrecer consistencia en su trato igualitario. La dificultad hasta este momento
es que habiendo casos en los que cada alumno precisa de un seguimiento digno,
la escuela no cuenta con las políticas propias que se ajusten a estas
necesidades emergentes.
Esta disposición de una apertura sin autonomía es el caldo de cultivo
para un interior inestablemente peligroso. Además deja incompetente a la
escuela para mediar las problemáticas que acontecen en el interior. De
tal suerte que si algún padre de familia resulta inconforme con las medidas
disciplinarias que la escuela decreta en la mediación de conflictos entre
alumnos y/o maestros, los padres de familia podrán acudir a agentes externos,
llámese recursos legales o derechos humanos para que dé marcha un proceso de
seguimiento legal sin que la escuela pueda siquiera meter las manos.
Un cierre social para regresarle los fueros
a la escuela.
Si como antes mencionamos el problema de la escuela se acentuó como se reconoció como irrevocable
su apertura, si es que existe una salvación tendría que estar en dirección contraria a dicha
apertura: el cierre (el acuerdo)
Pero, ¿cómo se podría pretender un cierre organizacional si, como
mencionábamos, las condiciones naturales están puertas afuera?
Aunque el término "cerrar filas" se utiliza en ciertos medios
de contención organizacional como es el caso de la política, los clubs
deportivos o sociales. La primera acepción tiene que ver con la milicia cuando
ésta buscaba organizar a sus soldados para no dar la espalda a sus enemigos.
Sabemos que las fuentes hipermediáticas antes mencionadas lejos de ser un
verdadero enemigo son una fuente de inagotable conocimiento. Sin embargo
también es cierto que terminan disolviendo la particularidad de las culturas.
Es por ello que resulta importante generar pautas que hagan más probable la
convergencia. Pautas que simbolicen acuerdo a favor del medio. Por ello la
pertinencia de las Comisiones Educativas de Participación Social.
Qué representan las CEPS
De forma paralela a estos acontecimientos en 1995 un conjunto de
padres de familia llevados por inquietudes varias dirigían su atención a el
articulo 3° constitucional con la nada desdeñable finalidad de tener
incumbencia en los siguientes ámbitos.
-FEDERALISMO EDUCATIVO
-REORGANIZACIÓN DEL SISTEMA EDUCATIVO ESTATAL
-DE LOS CONTENIDOS , MATERIALES EDUCATIVOS Y VALIDEZ OFICIAL DE
ESTUDIOS
-DE LA VALORACIÓN DEL MAGISTERIO
-DEL RÉGIMEN FINANCIERO
Todas estas referencias quedaron inscritas en el ANMEB (Acuerdo Nacional
para la Modernización de la Educación Básica) el cual contenía éstas crecientes
demandas de la sociedad.
El CO.NA.PA.SE. Consejo Nacional para la Participación Educativa es una
instancia nacional de consulta, colaboración, apoyo e información en la que
ESTÁN REPRESENTADOS PADRES DE FAMILIA Y SUS ASOCIACIONES, MAESTROS Y SU
ORGANIZACIÓN SINDICAL, AUTORIDADES EDUCATIVAS, ASÍ COMO LOS SECTORES SOCIALES
ESPECIALMENTE INTERESANDOS EN LA EDUCACIÓN, que conjuntan voluntades en la
labor de conocer los resultados de las evaluaciones que realicen las
autoridades educativas asi como el desarrollo y la evolución del sistema
educativo nacional, con el objetivo primordial de coadyuvar con las autoridades
educativas en la acciones orientadas a elevar la calidad y la cobertura de la
educación, mediante las siguientes actividades.
-OPINAR SOBRE LOS ASUNTOS PEDAGÓGICOS, PLANES Y PROGRAMAS DE ESTUDIO
-COORDINAR LOS ESFUERZOS E INTERCAMBIAR INFORMACIÓN CON LOS CONSEJOS
ESTATALES MUNICIPALES Y ESCOLARES DEPARTICIPACIÓN SOCIAL.
-RECIBIR LAS PROPUESTAS DE LA SOCIEDAD SOBRE TEMAS EDUCATIVOS Y
-PROPONER ACCIONES POLITICAS PARA EL MEJORAMIENTO DE LA EDUCACIÓN BÁSICA
Del Judo a baile para dos.
Cuál es la pertinencia de las CEPS en el
interior de la escuela.
Resultan interesantes las actividades y alcances que se han propuesto
las comisiones educativas de participación social. Sobre todo en la tarea de
agrupar de cierto modo un mundo social que no solo queda puertas afuera, sino
que solo puede ser constituido si el interior de la escuela tiene una
participación activa. Ocurre que estos tipos de organización en los que se ven
representados varios sectores del medio educativo tienen la fuerza y el
respaldo suficiente como para promover las formas más deseables y
significativas para el medio.
También habrá que considerar que;
El peso de una organización cómo son las CEPS parecen tener justo lo que
la escuela estaba buscando: una fuerza
como para contener, acordar y dar orden en un universo de necesidades comunes
dentro de un sector específico.
Después de éstas últimas consideraciones sobre su grado de
representatividad ¿no son las CEPS las instancias con suficiente peso y
envergadura como para cerrar un boquete tan grande como el que extraña, como
comentábamos anteriormente, una política
interior? Si resulta importante reconocer en estos tiempos algunas pautas que
hagan más probable la fortaleza a través de la comunicación entre la escuela y
el medio social ¿Por qué no considerar el espacio legal que ofrecen éstas
comisiones para representar con peso decisiones congruentes a necesidades
interespecíficas de localidad?
Siendo las CEPS una organización encargada de contener, atender y
representar un conjunto de inquietudes convenientes a todos. ¿Resultaría tan
ilícito obligar a reconocer ésta representatividad como instancia rectora?
¿Resultaría impertinente obligar a reconocer ésta representatividad cómo
gestora de políticas?
Una vez minados los impedimentos para lograr una autonomía
política relativa. Podría llevarse a cabo una serie de acciones que lograsen la
gestión política escolar:
Propuesta
2. Poner al
tanto a la sociedad de padres de familia sobre la tentativa de una
participación activa en las CEPS y
cuáles pueden ser sus ventajas.
3. Una vez
terminado el proceso de atención organizacional se procede a promover la
intervención dentro de las CEPS.
4. Consolidación
de las CEPS como forma “tribunal y consejo relativo” en asuntos de la escuela.
5. Hacer de la
CEPS una ONG con la intención de obtener periodos mas largos en sus funciones.
Gabriel Rivera Hernández